3 de julio de 2012
Valle Ricordo
16 de abril de 2012
Querido Rober
Querido Rober:
Tal vez parezca bastante narcisista escribirse a uno mismo, pero con todas las veces que he hablado solo, no creo que esto vaya a ser muy diferente… No sé qué puedo contarte que no sepas Rober… Es tan complicado… Pero creo que esta carta te hará sentir bien. Podrás leer tus pensamientos, cosa que no se hace todos los días. Puede que esto sea tu refuerzo positivo, ese que tanto anhelas. Aunque creo que las ideas no se te aclararán después de leer la carta.
Creo que debería empezar dejando todas estas gilipolleces a un lado y hablarte de ti, de tus pensamientos, de tus inquietudes…
Creo que estoy en la obligación de decirte que conocerte ha sido la experiencia más gratificante y compleja, que jamás haya podido tener. Por desgracia, cada segundo que pasa, siento que aún me queda demasiado recorrido para conocerte de principio a fin, y la sensación que tengo es que nunca lo lograré en su totalidad…
Sé que tu confusión es tan grande, que a veces tengo la sensación que me afecta incluso a mi. Pero no debes preocuparte por eso Rober… Y si no lo logras, contéstame a este escrito, o háblame, siempre estaré para escucharte.
¿Qué tal te va en el trabajo? ¿Y en las Universidades? ¿Y en general? Perdóname… Demasiadas preguntas, y lo peor de todo es que ya conozco las respuestas. Una vez más discúlpame…
Debes pensar en positivo tío… Pensar en que tus metas las alcanzaras tarde o temprano. Siempre has sido un luchador, nunca me podría imaginar a Rober rindiéndose. Dios… soy penoso animando a la gente… Incluso a mi mismo… Al igual que sé que enviarte esta carta a través de tu “blog” es la idea más ridícula y extraña, que en toda mi vida se me hubiera ocurrido… Pero debes disculparme por eso también…
No quiero privarte más de tu tiempo… Ya tienes suficiente carta para leer, y tampoco creo que sea la lectura más gratificante del mundo… Pero ya está escrito, y no sé en que medida te afectará, o si te hará sentir mejor… o no… Pero trata de leerme, de escucharme, pero sobre todo de ver en ti mismo…
Siempre te apoyaré, siempre estaré en tus ideas… Siempre seremos uno…
Un abrazo que te daré con el último punto de esta carta.
Roberto.
8 de abril de 2012
La Página en Blanco
27 de marzo de 2012
Marcos Peña
Marcos Peña era un joven muchacho, al que la vida no le había regalado ni una triste sonrisa. El gran número de fracasos y frustraciones, le habían llevado a renegar de todo sueño o ilusión posible. Así, un buen día decidió recogerse cual ermitaño, en una lúgubre habitación del centro de la ciudad. Su único contacto con el mundo era su teléfono, que rara vez emitía su anhelada melodía de “We Will Rock You”. A veces, hacía sonar la canción para poder escuchar alguna voz distinta a la suya, pues Marcos solía hablar sus pensamientos. El mismo se tachaba de loco, pero probablemente lo hacía para no sentirse tan abandonado. También tenía unas ventanas translucidas de la cantidad de polvo y de telarañas que se aferraban a sus vidrios, y unas persianas mugrientas y cuarteadas. Con todo ese entorno de aislamiento absoluto, tan sólo la puerta de la habitación le separaba del mundo exterior, de sus sueños e ilusiones…
Marcos rara vez lograba conciliar el sueño. Parecía que un conjunto de fuerzas extrañas y sobrenaturales se lo impidiese en forma de lluvia, sirenas de ambulancias, gritos… O las mismas grietas del techo… Todo le impedía dormir.
La puerta estaba siempre cerrada, le daba verdadero pavor abrirla. El sabía, o mejor dicho, estaba convencido que si la abriese caería definitivamente recogido como un ovillito de lana a causa de un nuevo fracaso, y que nunca, nunca, nunca, volvería a levantarse.
22 de marzo de 2012
En la Vivienda de Sonia Rodríguez
El apartamento era muy pequeño, pero no le faltaba lujo de detalles. Era una vivienda antigua, pero con bastantes comodidades. Persianas automáticas, cristales inteligentes para el control de la luz, un ordenador táctil… Detalles muy poco comunes en una persona que había sido liberada de prisión hace escasos meses…
- ¿Seguro que estaba limpia? – Dijo Kozlov al oficial Granados, mientras volvía a juguetear con el zippo.
- No tenemos pruebas de que haya vuelto a pasar…
- Tiene que haber algo…
La científica seguía tomando huellas, repasando datos y pruebas, pero nada que involucrase a Sonia en el tráfico de PW52, ni en nada parecido… Y tampoco había entrado nadie más en la vivienda…
A Kozlov le llamó la atención un pequeño y viejo escritorio de madera donde reposaba ese ordenador recién estrenado. También descansaba en la mesa un flexo que iluminaba el vidrioso teclado.
- ¿Por qué está encendida esta luz? – Preguntó el inspector.
- Señor, también está encendida la cafetera, estaba aquí antes de ser asesinada, pero no hay indicios de que hubiese nadie más con ella…
- ¿Está seguro? Porque aquí hay una taza de café, y hay en la cocina, sobre la encimera, otra.
- Una está casi terminada y la otra a medio empezar…
- Es extraño…
- ¿Por qué inspector?
- Te preparas una taza de café en la cocina y te la traes al escritorio mientras usas el ordenador o lo que sea. Hasta ahí tiene su lógica…
- Sí…
- Y luego te preparas otra la das un sorbo en la misma cocina y la dejas allí… Eso no me cuadra…
- A lo mejor la avisaron por teléfono en ese momento…
- ¿Y dónde está el teléfono? ¿Por qué no apagó nada? Ni la cafetera, ni el ordenador, ni la luz.
- Sería una llamada muy importante…
- Hay que encontrar ese teléfono, porque se lo llevó el asesino. Aún así estoy seguro que aquí había dos personas. La víctima y el asesino.
Kozlov releyó la inscripción del zippo y volvió a encender otro cigarrillo con gesto melancólico y a la vez metódico. Se acercó al escritorio y empezó a mirar el contenido del ordenador y los papeles que estaban justo a su lado.
- La víctima le dio algo al asesino, un número, una dirección o algo…
- ¿Cómo lo sabe?
- Por esto.
Encima del escritorio había un bolígrafo destapado, un folio con cuatro garabatos y al que le faltaba un trozo.
- Le dio algo… Pero el qué… - Pensaba en alto Kozlov.
Miró bajo el escritorio y vio una vieja torre de un ordenador, apagada, sin enchufar, pero parecía ser manipulada con frecuencia… Kozlov se arrodilló y empezó a tocarla, a mirarla con un detenimiento asombroso. De pronto, destapó el frontal…
- Toma. – Dijo mientras lanzaba al oficial varios viales de PW52. – Se ve que no estaba tan limpia.
El oficial estaba atónito observando el trabajo del inspector.
- ¿Alguien tiene un lápiz?
- ¿Un qué? – Preguntó el oficial.
- Sí, un lápiz o un carboncillo. ¿Nadie tiene uno?
- No.
- Yo tampoco, señor. – Contestó otro agente.
Con gesto desagradable, Kozlov se puso frente al papel que descansaba sobre otros. Le dio varias caladas seguidas al cigarrillo y tiró la ceniza sobre otro folio que asomaba una de sus esquinas por el trocito que faltaba. Con una tranquilidad absoluta, extendió la ceniza por la superficie.
C/ AZABACHE Nº 3.
- Granados.
- Sí inspector…
- Envíe a dos patrullas a esta dirección. – Dijo mientras señalaba la blanca esquina difuminada con ceniza. – No sé quién o qué hay ahí. Pero la víctima dio esta dirección a su asesino.
20 de marzo de 2012
Llamada de un Asesino
18 de marzo de 2012
Un Cadáver en el Callejón
Como de costumbre, el inspector Kozlov llegaba tarde. Aparcó su viejo Skoda Octavia en la entrada del callejón,que permanecía custodiada por dos coches patrulla. Las luces azules y blancas de los vehículos iluminaban el interior del estrecho callejón. Vladimir Kozlov se bajó de su coche y caminó hacia el interior del callejón abriéndose hueco entre los agentes.
- Inspector Kozlov. – Dijo con voz seca mientras enseñaba la placa.
- Sí señor, pase. – Dijo uno de los policías.
Kozlov fue avanzando hacia el lugar donde le esperaba la víctima. Los de la científica ya estaban ahí cogiendo pruebas, y probando el nuevo prototipo de recogida de huellas; un pequeño robot de unos treinta centímetros de alto, cuyo funcionamiento se basaba en la búsqueda de sudor, calor y grasa corporal como método automático en la búsqueda de huellas. A Kozlovno le hacía mucha gracia… En la mayor parte de los casos, había que hacer otra pasada con el robot en modo manual dirigido como si fuese una de esas antiguas consolas… Lo único bueno que tenía ese novedoso artilugio, era que los datos captados se enviaban y almacenaban directamente en el fichero del caso en el ordenador principal. Aún así, no gozaba de la simpatía del inspector.
Cuando llegó a la altura de la víctima, observó que el cuerpo estaba bajo una vieja farola, mugrienta y al borde de desprenderse. Se balanceaba con la brisa más delicada. Era la única luz que había en el callejón antes de que llegasen sus compañeros.
La victima estaba vestida con vaqueros y una camisa de cáñamo. El pelo era rizado y largo. A través de él observó una especie de tatuaje en el cuello, apartó los cabellos y vio que se trataba de un código de barras con la numeración borrada… “Era una antigua prisionera.” – Pensó Kozlov. Los brazos eran una auténtica obra de arte, en la que se mezclaban cortes y tatuajes. Las rodillas tenían heridas y habían sangrado, como si hubiera estado arrastrándose o gateando, pero había sido en otro sitio… Ahí no había sangre en el suelo… Apenas unas gotas que salpicaron del corte que tenía en la garganta… El cuerpo yacía con las piernas flexionadas, como si se hubiera desplomado hacia un lado mientras estaba de rodillas; apoyada sobre su trasero y la espalda sobre una agrietada pared; y la cabeza inclinada hacia abajo, reposaba sobre su lado izquierdo en un contenedor lleno de basura.
- ¿Inspector Kozlov? – Dijo una voz tras él.
- Sí.
- Soy el oficial Enrique Granados. ¿Cómo está usted?
- Mejor que la víctima… ¿Se sabe quién es? – Dijo sin darse la vuelta.
- Su nombre era Sonia Rodríguez Álvarez, una antigua traficante de PW52, pero estaba limpia. Salió de prisión hace unos meses, ahora vivía sola y trabajaba de mensajera.
- ¿Han encontrado alguna pista? – Preguntó Kozlov mientras jugueteaba con un Zippo en la mano.
- Nada señor… La trajeron aquí para degollarla en el mismo sitio en el que está ahora… Ni huellas, ni testigos, ni restos de neumáticos… Nada…
Kozlov se encendió un cigarrillo y se quedó unos segundos observando la inscripción que había en el Zippo.
- Inspector. ¡Inspector!
- Sí. – Dijo y se guardó el Zippo rápidamente.
- ¿Qué hacemos ahora?
- ¿Dónde vivía la víctima?
- Ahí arriba. – Y el oficial señaló a una ventana.
Kozlov miró hacia arriba y su pelo blanco casi al cero, su negro bigote en forma de candado y sus gafas, parecían adquirir el mismo color que la luna, mientras exhalaba humo por su nariz…
17 de marzo de 2012
Tras las Montañas
Los intrépidos exploradores quisieron atravesar la espesa e infranqueable flora. Su deseo era dejar atrás las montañas y su pasada y oscura vida. Sencillamente, caminar hacia el sol.
El amanecer era tibio. Los primeros rayos de sol se asomaban tras las montañas, dibujando estelas doradas en el cielo aún sonrosado. El rocío acariciaba sus desnudos brazos como la refrescante lluvia de una tarde de verano.
Pese a la complicación de cruzar el frondoso bosque, ya habían empezado a subir la inclinación de las verdes montañas. Estaban más cerca de lo que se pudieran haber imaginado antes de su partida. Sonreían al mirar hacia arriba, al ver como los rayos de sol coronaban la cumbre. Seguían caminando más apresuradamente. Les acompañaba el agradable aroma a tomillo y romero silvestres. También olía a arena húmeda, y a jazmín mezclado con rosas. Era todo tan agradable… Parecía la entrada al Paraíso…
De pronto el último de los muchachos gritó:
- ¡Chicos! ¡¡Chicos!! ¡Ayudarme! ¡Se me ha hundido el pie en este charco!
Cuando se giraron, observaron que no era un charco de agua, sino una especie de barrizal. Y tampoco era el pie… Ya era casi media pierna…
- Tranquilo, te sacaremos de ahí. –Dijo otro, mientras corrían hacia su compañero.
- ¡Pero si es que me hundo! – Gritaba asustado.
Le agarraron de los brazos y del cuerpo, y tiraban de él con fuerza. Pero como si de un balancín se tratase, cuando parecía que le sacaban unos milímetros, sus salvadores se hundían otros pocos en el barro.
Exhaustos tras el balanceo interminable, observaron mientras se sumergían en el barro, como la corona luminosa de la montaña desaparecía tras ella, y ésta, se volvía más y más alta…
16 de marzo de 2012
Mayoritario 'no' de los suizos a ampliar sus vacaciones
15 de marzo de 2012
Advertencia
Marcos rodaba y rodaba… Era imposible librarse de su propio nudo corporal. La puerta, quieta. La lluvia, seguía cayendo y golpeando las ventanas.
Entre tantos círculos concéntricos, golpeó la mesilla en la que reposaba el teléfono. El teléfono cayó a unos centímetros de su cabeza. Marcos lo miro perplejo, como si eso fuera la única salvación de su humana atadura, de su cuerpo transformado en cadenas…
Trató de girar en esa dirección… Cuando llegó a escasos centímetros de su posible salvación… Vio que el teléfono ya estaba llamando… Al 626523415… Era su propio número Telefónico…
- Dígame. – Sonó al otro lado.
- ¿Es usted Marcos peña? – Dijo nuestro atrapado amigo.
- Sí, soy yo. ¿Quién es?
- …
14 de marzo de 2012
"¿Tienen ustedes Felicidad?"
El muchacho caminaba con su rostro frío e inexpresivo. La acera parecía emanar un hedor pestilente por la acumulación de basura y orines. Seguía caminando cuando vio la “luz” en el cartel de una especie de bazar…
“Bazar Encuentre lo que desea”. Ese nombre captó su atención, y una leve sonrisa pareció dibujarse en su rostro. Sin pensarlo ni medio segundo, atravesó la puerta. Era justo lo que buscaba. Seguramente allí tendrían lo que deseaba tan fervorosamente…
- Buenos días. – Dijo el muchacho.
- ¡Muy buenas! – Dijo la cajera sonriente. - ¿Qué desea?
- ¿Tienen ustedes Felicidad?
- ¿Perdone?
- ¿Qué si tienen Felicidad?
- Disculpe caballero, pero me podría decir qué desea.
- Eso, Felicidad. ¿Tienen ustedes? En el cartel de la entrada pone que encuentre lo que deseo. Y sinceramente, creo que lo que más necesito es eso, Felicidad.
- Pero eso tiene que buscarlo usted en otro sitio… Si quiere tenemos Amor, y tal vez me quede por ahí alguna Alegría.
- No necesito Amor… Creo que aún me queda un poco… La Alegría me vendría bien… Pero eso sólo me serviría para unas horas.
- Las tenemos de más duración, días, semanas…
- No. La Felicidad me sería más útil. – Y una sonrisa mostraron sus labios.
- Pues me va a disculpar… Pero no me queda… Y dudo que volvamos a recibir más… Es muy difícil de conseguir… Busque en otro sitio, a ver si tiene más suerte.
- No me quedan más sitios dónde buscar…
Y el muchacho se giró con el rostro aún más melancólico y frío que con el que había entrado a la tienda…
13 de marzo de 2012
"Dígame"
Comenzó a sonar “We Will Rock You” de fondo. Era el teléfono de Marcos.
- Dígame.
- ¿Es usted Marcos Peña? – Sonó al otro lado.
- Sí, soy yo. ¿Quién es?
- Sé que no me va a creer, pero soy usted mismo.
- ¡Perdone! Espero que sea una broma pesada. ¿Quién es?
- No se alarme Marcos, pero no es ninguna broma… Soy usted, en un futuro muy próximo. Le llamo para advertirle de algo…
- Déjese de tonterías. ¿Quién es usted?
- Soy usted mismo, pero en la versión que ha llegado a esta situación lo suficientemente grave como para llamarle. Por eso quería advertirle…
- Advertirme… ¿De qué? – Interrumpió Marcos.
- Advertirle de que no trate de abrir la puerta de su cuarto, bajo ningún concepto.
- ¿Pero qué me está contando? ¿Qué puerta? Qué cuarto?
- En unos días, usted estará en una habitación, por la noche, lloverá mucho y será incapaz de dormir… Tratará de levantarse, pero le será muy difícil… Parecerá desorientado, y querrá abrir la vieja puerta de su cuarto… No la abra se lo ruego.
- Pero… ¿por qué?
- Porque entonces hará esta misma llamada…
- ¡Oiga! ¡¡¡Oiga…!!!
- …
12 de marzo de 2012
Sueños y Realidad
Escuchaba golpes, pisadas y objetos que se caían. Estaba en una casa grande. No era mi casa… Estaba asustado y confuso, además de no conocer el lugar… Subí a toda prisa por las escaleras que crujían con cada peldaño en el que pisaba. Los ruidos continuaban arriba. Cuando llegué, no había nadie… Era todo tan extraño… Recuerdo no encender ninguna luz, pero en cada estancia en la que entraba parecía encenderse con mi presencia.
Ahora había alguien que corría en la planta baja. La casa parecía no tener fin… Siempre había una puerta nueva, un pasillo por el que no había pasado, un sótano, una terraza, unas escaleras que no me recordaban en nada a las anteriores… Salvo en ese crujido tétrico… Llegué a lo que parecía la cocina, y al iluminarse a mi paso una figura como de una niña se difuminó con la luz. Me quedé unos segundos perplejo. Luego me di cuenta que una risotada infantil rebotaba por las paredes hasta ser acompañada de unos pasos en la planta superior. Subí a toda prisa. No reconocía las escaleras. Estaba tan asustado, que no me di cuenta que había dejado a alguien atrás al subir por las escaleras. Captó mi atención su respiración, pero no reparé en ella hasta cuatro peldaños más arriba de su posición… Quien fuese estaba quieto… Todo permanecía en silencio… Salvo esa respiración mezclada con una risita burlona… Me giré lentamente, como si los pies me pesaran… Cuando mire hacia atrás… La cara de la niña se volatilizó con un grito ante mis ojos…
Cuando logré volver a abrir los ojos, estaba en mi habitación. La persiana estaba medio subida, la cama revuelta y los martillazos de las obras de un vecino siguieron torturándome…
11 de marzo de 2012
Bajo la Luna
10 de marzo de 2012
Echarse a la Mar
Tendido en la arena. Cansado y exhausto, mirando hacia el cielo esperando algo mejor. La arena acaricia su pecho al sol. La sal irrita sus yagas, mientras sus pensamientos buscan el lugar en el que ubicarse. Inclina su cabeza y clava su mirada en lo más lejano del horizonte. Allí donde el Sol parece acariciar a la Tierra, allí donde los sueños se hacen realidad, donde el Sol y el Mar se fusionan en un profundo amor…
Se levanta de repente con una leve sonrisa dibujada con sus agrietados labios, mira constantemente hacia delante. En un segundo, su cuerpo sufre un cambio, una descarga, y echa a correr hacia la espuma de las olas. Guiado por el susurro de las aguas, se funde con el mar. Nada a prisa, nada sin parar. Gira la cabeza y no cesa de sonreír.
Ya no tiene miedos… Tiene libertad.
9 de marzo de 2012
¡Viva la Televisión de Nuestro País!
8 de marzo de 2012
Abstraído
7 de marzo de 2012
Atrapado
Las gotas de lluvia despertaron al joven Marcos. Sus ojos permanecían abiertos como platos, con la mirada perdida en lo más oscuro del techo descascarillado y cubierto por las humedades. La tenue luz de la farola más cercana se filtraba a través de las sucias y agrietadas persianas de su cuarto. Tan sólo un rayo de esperanza entraba en la estancia.
Marcos permanecía inmóvil. Con los ojos vidriosos bañados en lágrimas.
Trató de ponerse en pie, pero un lastre pesado, como atado a su espalda empujaba de él hacia la cama. Tras varios minutos logró incorporarse, y con ayuda de sus manos se puso en pie. La lluvia seguía azotando las ventanas en el silencio de la noche. Ni su reloj parecía emitir su característico “tic-tac”.
Una vez apoyado sobre sus fríos pies, caminó de un lado a otro, sin saber que hacer. Se sentaba sobre la cama, se levantaba, se sentaba, se volvía a levantar, caminaba unos pasos, se paraba… Finalmente se quedó mirando la puerta, que por su apariencia parecía llevar ahí siglos… Su mirada era una mezcla de pánico y heroísmo. Quería atravesarla a ritmo del caer de las gotas, como el ritmo de un tamborilero camino de un enfrentamiento bélico.
Alargó su brazo y agarró el pomo, que crujió tan sólo con el tacto de la mano de Marcos. Cuando quiso dar un paso, observó como sus piernas se empezaban a entrelazar, desde los tobillos hasta las caderas. Luego su cuerpo, sus hombros… Siguió retorciéndose sobre sí mismo en una arquitectura imposible hasta caer repentinamente al suelo.
Su cabeza era el único apoyo intacto sobre la superficie. El otro apoyo, sus retorcidos pies. Marcos intentaba moverse, pero únicamente lograba describir círculos como un compás. Sus pies no se movían del sitio, y su cabeza no hacía más que rodar y rodar…
La lluvia seguí golpeando la ventana. Y la puerta, permaneció cerrada.
6 de marzo de 2012
El Aroma de "Blanco"
5 de marzo de 2012
La Vida es una Lata
Rafael había perdido toda ilusión e interés en la vida. No esperaba que nada nuevo fuese a sorprenderle, y mucho menos que la sorpresa fuera agradable. El ambiente incómodo en su hogar; su matrimonio descompuesto y sin opción de poder abandonar el apartamento por la escasez económica; el paro, que parecía el contrato más extenso que hasta ahora había tenido; la mala vida… Esa era su escapatoria a ese ambiente de constante depresión y frustración… La mala vida…
Una noche más, Rafael yacía sobre el mugriento sofá con la mesita que se ubicaba frente a sus ojos, repleta de latas de cerveza arrugadas. Las latas describían formas sublimes, posiblemente de la presión que nuestro querido Rafael había ejercido sobre ellas. Había logrado componer esferas a partir de esos cilindros rígidos, figuras semejantes a pajaritas de papiroflexia… Toda una exposición de arte abstracto que se extendía por la superficie rectangular de la mesa.
Mientras Rafael permanecía inmerso en su ingesta alcohólica y creación accidental de arte moderno, su mujer, a la que algún día llegó a querer, le insultaba desde la cocina. “¡Vago! ¡Borracho!” Gritaba desde la otra punta de los tan reducidos treinta metros cuadrados de vivienda. Ella gritaba, Rafael, observaba con tristeza el escaso trago que le quedaba en la lata que giraba con un movimiento de muñeca. Se imaginó meterse dentro, bañarse en el refrescante y espumoso líquido. A medida que se acercaba el pequeño orificio a sus ojos, más posible le parecía atravesarlo. Extendió sus dedos sobre el agujero y comenzó a introducirlos en su interior. Una sonrisa se dibujaba en su rostro al ver el éxito de su hazaña. De hilo musical, los gritos de su señora, que parecían disiparse en el viciado ambiente. Cuando quiso darse cuenta, tan sólo le quedaba meter una pierna y la mano con la que se sujetaba al borde del agujero.
Una vez dentro, cayó de bruces contra el líquido que apenas le llegaba a los tobillos. Entre risotadas y chapoteos, comenzó a lanzar hacia lo alto la espuma y a sentir como caía, tan tibia, sobre su rostro. Rafael bebió de ese paraíso de placer, hasta que el líquido y la euforia llegaron a su fin. Cuando alzó la vista, vislumbró en la lejanía la luz de la salita, que se filtraba a través del orificio de la lata.
Intentó ascender hasta él… Pero era inútil, cuantas más ganas ponía en su escapatoria, más veces caía sobre la base del recipiente.
Tras varias horas intentándolo en vano, Rafael se sentó apoyando la espalda en la curvada pared, y mirando hacia la luz con nostalgia… Una lágrima se resbaló por su rostro.